sábado, 16 de julio de 2011

HISTORICISMO

La historia da origen a una rica problemática, que se despliega en múltiples cuestiones. En primer lugar debemos distinguir dos aspectos: la historia como realidad y la historia como ciencia.

La historia como realidad consiste en un conjunto de acciones humanas realizada sucesivamente en el tiempo y de sus resultados relacionados entre sí.

La historia como ciencia es el estudio crítico y la narración ordenada de esos acontecimiento

Es la historización fundamental de todo nuestro pensar sobre el hombre, su cultura y sus valores.

Esa concepción suplanta la consideración universal de la naturaleza supratemporal del hombre por el conocimiento de su individualidad concreta en la historia. Estado, derecho, moral, religión, arte quedan disueltos en su devenir histórico y sólo son inteligibles para nosotros como elementos de determinadas evoluciones históricas. Esto pone de relieve cómo todo lo casual y personal tiene sus raíces en amplios contextos supraindividuales, pero, de otra parte, conmueve todas las verdades eternas.

El historicismo, en su forma propiamente moderna, pertenece por completo al siglo XIX, pero está prefigurado ya en estadios más antiguos de la historia del espíritu occidental. El historicismo logra un influjo dominante desde el momento en que la historiografía, desprendiéndose de la imagen estoico-cristiana del hombre, emprende el camino hacia el procedimiento individualizante de una antropología descriptiva, y abandona el marco de la división en épocas inspirada en la historia de la salvación, sin renunciar, no obstante, a la idea de un enlace interno entre los acontecimientos históricos y, por ende, a la posibilidad de un esclarecimiento racional de su interdependencia

Al desprenderse así la historia del antiguo esquema (conservando, no obstante, la estructura formal de la consideración personal y teleológica de la historia), se hace posible aquella interpretación puramente inmanente de la vida social e histórica que, frente al antiguo procedimiento de la mera crónica o de la historia teológica de la salvación, constituye lo nuevo de la moderna ciencia histórica.

REPRESENTANTES

Wilhelm Dilthey:
(1833-1911), filósofo alemán e historiador de las ideas, tuvo una vida de profesor universitario dedicado en cuerpo y alma a la docencia. El objetivo central de sus investigaciones es la elaboración de una filosofía de la vida en medio del frenesí del progreso industrial, técnico y científico. Los títulos de sus libros más importantes son: Teoría de las concepciones del mundo e Introducción a las ciencias del espíritu.

Quiere entender la vida desde la vida misma, es decir, sin remontarse a un grado superior como la metafísica o al mundo del valor abstracto lo cual lo han convertido en un gran psicólogo e historiador de las ciencias del espíritu.

Dilthey sostuvo que los ideales de la Ilustración alemana no debían quedar sepultados en la consolidación del mundo industrial. Estaba convencido de la necesidad de complementar los fenómenos del cambio técnico y económico con una perspectiva consciente de la continuidad histórica, filosófica y humanística de la tradición alemana. Con ese propósito distingue entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu.

Ciencias de la naturaleza: aspiran al conocimiento de leyes, se enfrentan a fenómenos aislados que tienen que relacionarse entre sí como causas y efectos, forman un todo ordenado, dan lugar a hipótesis que el futuro se encarga de respaldar o de desmentir, aspiran a tener una validez eterna, pues pretenden controlar realidades duraderas, estructuras fijas o de lenta evolución.
El conocimiento de las leyes de la naturaleza tiene una utilidad económica.

Ciencias del espíritu: tienen como finalidad el conocimiento de individualidades históricas ejemplares con sus acciones concretas; forman un todo que conecta todos los aspectos de la vida humana: ideas, proyectos, sentimientos, afectos, entusiasmos y reflexiones. La historia quiere conocer realidades que tienen lugar en un tiempo breve y casi nunca se muestran ante nuestros ojos, sino que están sepultadas en el pasado.
La conciencia histórica quiere adentrarse en la realidad de la acción humana y, a partir de ella, hacerse con la intención, los deseos y la voluntad de los seres humanos. Las ciencias del espíritu no predicen el curso de la historia, pretenden realizarlo, intervenir en él e impulsarlo desde la acción humana diferente, libre y creativa. Aspiran a potenciar la creatividad y la libertad.

La hermenéutica

Las ciencias del espíritu conectan la acción histórica con la interioridad del hombre: una realidad invisible que se intenta penetrar mediante la comprensión. La interioridad está compuesta por los fenómenos de la vida humana. Este ámbito necesita del trabajo de un intérprete que dota a la vida del hombre de una profundidad de sentido que sólo se puede conquistar si nos adueñamos de la acción de los hombres del pasado.

El objeto de esta tarea pertenece a la hermenéutica que, en la medida en que se hace con la vida del pasado, con su sentido y su intención, sirve sobre todo al presente.

Karl Popper.
Para Popper en la problemática actual de la ciencia cabe distinguir dos características fundamentales: la primera es considerar la ciencia como conocimiento progresivo y la segunda consideración de la ciencia como conocimiento provisional. Popper intenta el carácter provisional del conocimiento científico con su carácter progresivo.

El conocimiento subjetivo hace referencia, en K. Popper a tres realidades: A las cosas o actividades en sí mismas, a los sujetos de estas actividades y a las ideas que portan dichos sujetos, por otra parte, la ciencia objetiva nos presenta unos sistemas de enunciados de manera comunicativa y argumentativa. Hay otras dimensiones como la económica, la jurídica y la política. Según Popper, todas estas características son propias de la ciencia.

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