sábado, 16 de julio de 2011

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR De Carlos Antonio Aguirre Rojas (Resumen)

OBJETIVOS

OBJETIVO GENERAL

     Identificar las características que definen la práctica del mal y del buen historiador según el libro Antimanual del Mal Historiador de Carlos Antonio Aguirre Rojas.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS

Ø  Proponer la historiografía crítica como modelo de investigación para los nuevos tiempos
Ø  Establecer las comparaciones de las corrientes filosóficas del positivismo, el materialismo histórico y la escuela de Annales entre el es y el deber ser de la historia

JUSTIFICACIÓN

     El Antimanual del Mal Historiador de Carlos Antonio Aguirre Rojas, es una propuesta hacia cómo se debe realizar la historiografía para los nuevos tiempos a través de las corrientes, técnicas y métodos que se deben considerar para creación de la misma.
     Es una propuesta para crear historiadores críticos, serios, creativos y científicos, para combatir y criticar viejas ideas simples, rutinarias y ya superadas sobre lo que es y lo que debería ser la historia reformulándola de una manera sencilla, que mantenga su complejidad, ilustrando con ciertos ejemplos y demás detalles para representar la historia más actual y de vanguardia como algo vivo y apasionante, con los problemas más relevantes del ser humano y de las sociedades contemporáneas, con una riqueza de instrumentos intelectuales y de métodos y técnicas.


CAPÍTULO I

DE ANTIMANUALES Y ANTIDEFINICIONES DE LA HISTORIA
    
     La historia no es una disciplina asociada solamente con archivos, con los hechos, personajes y sucesos ya desapercibidos y muertos, sino una ciencia también de lo social y de lo vivo, atenta al cambio histórico de todas las cosas, directamente conectada con nuestro presente más actual, con nuestra vida social meditada e inmediata en todas sus múltiples y variadas manifestaciones.
     Si se practica el análisis histórico de la historia siempre atenta al cambio, enfocada en la dialéctica de transformación de todos sus objetos de estudio, se desemboca en una historia crítica, que junto al lado bueno de las cosas, observa y analiza también su lado malo, desmentificándolo a los héroes y normalizando a los personajes y a las situaciones extraordinarias y excepcionales, al tiempo que desglorifica los orígenes y las gestas fundadoras, e introduce sistemáticamente los procesos junto a los éxitos, la vida cotidiana al lado de los grandes momentos históricos, los procesos sociales y económicos, las creencias colectivas y la cultura popular junto a las brillantes ideas y las obras geniales de la ciencia, la literatura o el conocimiento social.
     La construcción de una historiografía sirve para intentar construir nuevas y muy diferentes interpretaciones de los hechos y de los problemas históricos, para rescatar e incorporar nuevos territorios, dimensiones o elementos, hasta ahora ignorados por los historiadores anteriores, para sustituir el carácter dinámico, contradictorio y múltiple de toda situación o fenómeno histórico posible. Una historia difícil, rica, aguda y crítica, la única historia realmente valiosa y aceptable.
     La historia no se reduce sólo a textos y a los testimonios escritos, sino que abarca absolutamente toda huella o trozo humano que nos permita descifrar y reconstruir el problema histórico que acometemos con ayuda de otras disciplinas auxiliares.
     La historia verdaderamente científica es la que afirma que no es posible hacer historia limitando el análisis de los procesos y de los hechos puramente de un país, lugar o región específico, sino también debe considerar los factores exteriores de los mismos procesos estudiados.

CAPITULO II

LOS SIETES (Y MÁS) PECADOS CAPITALES DEL MAL HISTORIADOR

     La mala historia es mil veces más fácil de hacer y de enseñar que la buena historia o historia crítica. Es justamente  el fruto de esos libros aburridos y pesados que nadie lee y no toman en cuenta. Son historias que repiten las anécdotas locales y los sucesos pintorescos de una cierta población, localidad, región cualquiera del mundo, personajes, etc. Son resúmenes ya dichos por otros autores que no tienen orden ni sentido, carecen de definiciones históricas específicas y de datos y hechos históricos que sean realmente los hechos significativos.
     El primer pecado del mal historiador actual es el del positivismo, que creen que hacer historia es lo mismo que llevar a cabo el trabajo de investigación y de compilación del erudito limitando el trabajo del historiador, exclusivamente al trabajo de las fuentes escritas y de los documentos, se reduce a las operaciones de la critica interna y externa de los textos, clasificación y ordenación de los textos. La verdadera historia sólo se construye cuando, apoyados en esos resultados del trabajo erudito, accedemos al nivel de la interpretación histórica, a la explicación razonada y sistemática de los hechos, fenómenos, procesos y situaciones históricas que estudiamos.
     El segundo pecado es del anacronismo en historia, la falta de sensibilidad hacia el cambio histórico, que asume consciente e inconscientemente que los hombres y las sociedades del pasado eran iguales a los de ahora, que pensaban, sentían, actuaban y reaccionaban de la misma manera que en la actualidad. Se cancela una de las tareas primordiales de la historia que es la de mostrar, primero a los historiadores y después a toda la gente, en qué ha consistido precisamente el cambio histórico, qué cosas se han modificado al paso de los siglos y cuáles se han mantenido, y también cuáles han sido las diversas direcciones o sentidos de esas múltiples mutaciones históricas.
     El tercer pecado es el de la noción del tiempo. Una idea del tiempo que se concibe como una dimensión única y homogénea, que se despliega linealmente en un solo sentido y que está compuesto por unidades y subunidades perfectamente divididas y siempre idénticas, de segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, décadas, siglos y milenios. El tiempo newtoniano de los físicos, medido por los calendarios y relojes, no es nunca el verdadero tiempo histórico de las sociedades, es más bien un tiempo social e histórico, que no es único sino múltiple, y que además es heterogéneo y variable, haciéndose más denso y mas laxo, más corto o más amplio, y siempre diferente, según los acontecimientos, coyunturas, estructuras históricas a las que se refiera
     El cuarto pecado es el de la idea limitada del progreso. Es también la de una ineluctable acumulación de avances y conquistas determinadas fatalmente por el simple transcurrir temporal que parece afirmar que inevitablemente, todo hoy es mejor que cualquier ayer, y todo mañana será obligatoriamente mejor que el de hoy. Esta es una idea afirmada por los apologistas del capitalismo. El buen historiador crítico restituye a la noción de progreso como una multiplicidad de líneas y de trayectorias diversas que lo integran, que acometen muchas veces un problema hasta encontrar su solución, ensayando y equivocándose, explorando y avanzando.
     El quinto pecado capital es el de la actitud profundamente acrítica hacia los hechos del presente y del pasado, y hacia las diferentes versiones que las diversas generaciones han ido construyendo de ese mismo pasado/presente. Es la típica actitud pasiva que los historiadores positivistas mantienen siempre a los testimonios y a los documentos tal y como han acontecido.
     El sexto pecado es del mito repetido de su búsqueda de una objetividad y neutralidad absoluta frente a su objeto de estudio, la pretensión de tomar partido, no juzgar, no apasionarse y no involucrarse para nada con los personajes o con las situaciones que se investigan. Es imposible una historia que sea realmente neutral y que sea objetiva. Toda historia reflejará necesariamente las elecciones y el punto de vista del propio historiador, los que se proyectan incluso desde la elección de los hechos que son investigados y los que no, hasta el modo de organizarlo, clasificarlos, interpretarlos y ensamblarlos dentro de un modelo más comprehensivo que les da su sentido y significación particulares.
     Finalmente el séptimo pecado es el posmodernismo en historia haciéndose eco de algunas posturas que se han desarrollado recientemente en las ciencias sociales norteamericanas y también  en la historiografía. Han comenzado a proliferar en algunos países ciertos historiadores que intentan reducir a la historia a su sola dimensión narrativa o discursiva, evacuando por completo al referente esencial de los propios hechos históricos reales. Los historiadores hacemos historia con el objetivo de conocer, comprender y luego explicar la historia real, convencidos de que somos capaces de establecer, cada vez más, verdades históricas científicas, verdades cada vez más precisas y capaces de dar cuenta real de los problemas concretos históricos que investigamos.
CAPÍTULO III

EN LOS ORÍGENES DE LA HSTORIA CRÍTICA

     En los orígenes de la historia resulta claro que dichos orígenes se encuentran en la segunda mitad del siglo XIX cronológico. Ya que es en estas últimas décadas del siglo XIX que se afirma, por un lado, el modelo de la historia positivista que intenta copiar la exactitud de las ciencias naturales, promoviendo una historia puramente descriptiva, fáctica, empirista, especializada y reducida a narrar los hechos tal y como han acontecido, mientras que del otro lado, se va configurando y difundiendo, también progresivamente, la primera versión de la historia crítica contemporánea, que es justamente aquella que se encuentra incluida dentro del complejo y más vasto proyecto crítico de Carlos Marx. Así, queda claro que ha sido Marx el que ha sentado los fundamentos de la historia crítica, tal y como ahora es posible concebir a esta última.
     La historia crítica es social en un doble sentido: en primer lugar en cuanto a que, para la explicación de cualquier hecho o fenómeno histórico, tiene que involucrar y hacer intervenir a los grandes autores colectivos que antes eran omitidos e ignorados, y que son siempre el entorno inmediato obligado, tanto de la formación como de las acciones de cualquier personaje individual. Y en segundo lugar, en el sentido de que también cualquier suceso o situación histórica se desenvuelve en un contexto social general, que lo condiciona y envuelve, fijándole tanto sus límites como sus posibilidades de repercusión determinada.
CAPÍTULO IV
POR LOS CAMINOS DE LA BUENA HISTORIA ANTIPOSITIVISTA
     La escuela de los Annales es una corriente antipositivista que busca consolidar la historia crítica e innovadora y para el ello va a desarrollar los siguientes aportes:
     El primer aporte que abona y enriquece las perspectivas de la historia crítica, es el de reivindicación e incorporación dentro de la historia el método comparativo porque no hay historia científica posible que no sea al mismo tiempo una historia comparatista. Comparar es incontestablemente lo siguiente: elegir, dentro de uno o varios medios sociales diferentes, dos o más fenómenos que aparenten a primera vista, mostrar entre ellos ciertas analogías, describir luego las curvas de su evolución, comprobar sus similitudes y sus diferencias y, en la medida de lo posible, explicar tanto las unas como las otras.
     La segunda contribución es la historia concebida como historia global o total. En primer lugar, es global por las dimensiones del objeto de estudio que abarca. Incluye dentro de su territorio de análisis al inmenso conjunto de todo aquello que ha sido transformado, resignificado, producido o concebido por los hombres, desde la más lejana y originaria prehistoria hasta el más inmediato y actual presente. En segundo lugar, la derivación epistemológica como exigencia de situar, permanentemente, al problema o tema estudiado dentro de las sucesivas totalidades que lo enmarcan. Ser capaz de, como ha dicho Fernand Braudel, sobrepasar sistemáticamente los limites específicos del problema abordado, explicitando sus vínculos y puentes con las totalidades diversas que le corresponden en el sentido de reconstruir la historia desde el punto de vista de la totalidad como afirma Marx.
     El tercer aporte es el de la historia interpretativa, el de una verdadera historia-problema. Una historia que, al mismo tiempo que recoge la tesis de Henri Pirenne cuando afirma que el núcleo del trabajo del historiador no se encuentra en la erudición, sino justamente en la interpretación, que va a ser la esencia general y el momento global determinante de toda la actividad misma del oficio de historiador.
     El cuarto aporte es la reivindicación del paradigma de la historia abierta o en construcción, defendiendo y promoviendo esa historia comparatista, global y problemática que se ha explicado. Es claro que el proyecto de la misma sólo se remonta a la segunda mitad del siglo XIX, a la fecha del nacimiento y desarrollo tanto del marxismo original como de la propia historiografía contemporánea, historia joven, en vías de construcción, y que se encuentra aun en la búsqueda de la definición de sus perfiles más definitivos y fundamentales.
     El quinto aporte es el de la perspectiva de análisis derivada de la teoría de los diferentes tiempos históricos y de la larga duración en la historia, desarrollada básicamente por Fernand Braudel. Una teoría que para fundamentarse, va a comenzar por criticar y desconstruir radicalmente la noción moderno-burguesa de la temporalidad, noción que adoptando sin critica al concepto newtoniano del tiempo físico, afirma que existe un solo tiempo,  homogéneo, vacio y compuesto de fragmentos idénticos entre sí, y que avanza de manera independiente e irreversible frente a los hechos y procesos humanos, a los que incluso regula, controla y subordina.
La teoría braudeliana va a afirmar que existen múltiples tiempos, que no son los del reloj o los del calendario, sino que son temporalidades histórico-sociales, tan múltiples, tan diversas y heterogéneas, como las realidades históricas mismas, y en consecuencia, tiempos variables, más o menos densos y más o menos disimiles, que al hallarse directamente vinculados a esos acontecimientos, fenómenos y procesos sociales-humanos, van a expresarse como las muchas duraciones históricas a investigar y a utilizar por parte de los historiadores.
     Finalmente, y por debajo de este tiempo medio de las coyunturas, sean estas culturales, sociales, económicas o políticas, están las estructuras de la larga duración histórica, que corresponden a los procesos seculares y a  veces hasta milenarios de las realidades más duraderas, elementales y profundas de esa misma vida histórica de las sociedades. Realidades de largo aliento como los rasgos y perfiles de una civilización, los hábitos alimenticios de un grupo de hombres, los sistemas de construcción de vigencia de las jerarquías sociales, o las actitudes mentales frente al trabajo, la muerte, la vida o la naturaleza, que al parecer como coordenadas que persisten y sobreviven a lo largo de los siglos, tienden a confundirse como hechos obvios y a veces hasta eternos, escapando muchas veces a la mirada y al examen, obviamente de los malos historiadores positivistas, pero incluso también, a veces, de la observación de historiadores serios y atentos.

FUENTES

     Las fuentes utilizadas por el autor fueron las corrientes del positivismo, el materialismo histórico y la escuela de los Annales siguiendo las ideas de Marc Bloc, Carlos Marx, Haiden White, Michel de Certau, Paul Veyne, Fernand Braudel, Henri Pirenne, entre otros.

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